martes, 22 de marzo de 2011

¿Quieres lo mejor para tu hijo? Hazle político

Primera lección: destruir al enemigo político y todo lo que 
él haya construído y sea de provecho, sin piedad y sin 
escrúpulos.

Si en otros tiempos las familias de bien -y las de mal con mayor facilidad- españolas querían que sus vástagos saliesen adelante sin mucho dar el callo y con la escudilla y los maravedíes garantizados, los metían al clero regular o al secular, según procedencia y capacidades. Incluso los mejor posicionados, sin ser de la alta nobleza, que ahí ya venía todo hilado, podían colocar a sus vástagos y bastardos -que también abundaban- al servicio de la Administración regia o de la local. El resto, pues como ahora, a buscarse buenamente la vida (solo que antes el pillaje que ahora se da con los requisitos de concesión de becas y ayudas al estudio, y con los nombramientos de puestos de libre designación, se daba antes en la calle, sirvan de ejemplo literarios pillos como el Lazarillo de Tormes, el Buscón don Pablos, o la Pícara Justina). 

Ahora que, ya ubicados -o pérdidos, según se mire- en nuestros tiempos, si hay una salida profesional que cualquier padre pueda desear a su hijo, esa es la de político. Y ruego me perdonen por lo de "salida profesional". Si un hijo mío me dice que quiere ser bombero, médico, policía o ingeniero, por poner posibles ejemplos, le meto un tortazo -figurado claro, y con perdón de las sensibilidades del mundo políticamente correcto de la pandereta y la piruleta en cajita de algodón de azúcar- porque, vamos a ver ¿vas a jugarte la vida apagando incendios, vas a hacer guardias interminables rodeado de enfermos, vas a perseguir peligrosos criminales o te vas a devanar los sesos calculando, pudiendo vivir de rascarte la barriga y rascar los bolsillos de los demás? 

Dicen que algunos niños nacen con una barra de pan bajo el brazo, yo, por mi parte, creo que más bien nací con una barra de bar bajo el brazo, y no vean lo útil que resulta en mi generación, y en las anteriores, cuando aún no se habían perdido las relaciones sociales directas -devoradas por las redes sociales-, para interaccionar con parroquianos de lo más variopinto y de todas las extracciones -que de todos se aprende-  y ganarse útiles recursos para la vida. A día de la presente, lo más aprovechable sin duda alguna, va a ser nacer con una tarjeta de militancia en algún nido de corruptos debajo del brazo, a elegir entre los grandes partidos que nos ha tocado sufrir, y es indiferente el signo, la ideología, una vez vacía de toda ética, moral y sentido de la vergüenza, no es óbice para la corrupción. Imagínense, ya vamos encauzando la carrera del neonato, saldrá hasta en la prensa "El militante más joven del Partido ll                 ". Luego todo sería cuestión de ir limando los escrúpulos que pudieran irle surgiendo, es complicado si los padres los tienen, pero hay que hacer un esfuerzo por la criatura. En un futuro ayudará mucho sustituir sus lecturas infantiles por recortes de prensa de todos los casos de corrupción, abuso de poder, prevaricación, recalificaciones urbanísticas sin más justificación que el nepotismo y amiguismo, autoregulación de las condiciones laborales que supongan un agravio comparativo sangrante con el resto de la sociedad, etc. Me dirán que menudo volumen de artículos, que ya para eso que se lea la Enciclopedia Británica (esto evítenlo a toda costa, cualquier atisbo de saber y cultura puede dar al traste con el plan y convertirlo en un intelectual crítico con el sistema que pretendemos que le dé de comer by the face). Es necesario que vaya teniendo escuela y que llegue a la adolescencia con todos los cantares de gesta del mundo de las corruptelas políticas bien imbuido e interiorizado. Una vez en la adolescencia, habrá que dar el siguiente paso, que se lea en la wikipedia las biografías de grandes incompetentes metidos a políticos de la primera mitad del siglo XXI -y algún adelantado a su tiempo del último cuarto del s. XX-, y digo en la wikipedia, porque insisto en la necesidad de que no toque un solo libro que no haya sido escrito por un político, y además, biografías como tales no creo que ninguno se la merezca -otra cosa sea que se la pague, como hacían los poderosos con sus retratos en otras épocas, por feos que fueran, y encima había que sacarlos guapos-. Ya me lo imagino centrado en la lectura de "González, el Sr. X del Gal", "Aznar, el guerrero americano", "Zapatero, un Premio Nobel de Economía frustrado", y "Rajoy el eterno candidato víctima de su logopeda", y ahondando para que coja buenas mañas de trepa, no pueden faltar obras referentes a la vida y milagros de Leyre Pajín, Bibiana Aído, Soraya Sáenz de Santamaría, Mercedes de Cospedal, "Gallardón Vs. Espe, Episodio I", los tránsfugas de la Asamblea de Madrid, y tantos otros, no sin dejar una estantería entera para Camps y los políticos y regidores de las costas bañadas por el Mediterráneo, que esa es la haute école
Una vez formado y ya en la tierna edad de explosión hormonal, en vez de a perseguir faldas, ir de botellón -salvo que sea reivindicativo en el marco de algún acto organizado por el Partido- y ponerse hasta las cejas de drogas de diseño (que eso lo podrá hacer en su casa con su camarilla de satélites trepadores), tendrá que entrar a formar parte de las juventudes del Partido, procurando pisar a todos los compañeros que pueda, sobre todo a los que de verdad tenían vocación por la política y se han adherido al Partido de buena fe. Serán los más fáciles de aplastar y luego tendrá que luchar con el resto de trepas sin escrúpulos, pero para ello ya ha recibido la mejor formación que podríamos darle, como padres precavidos que somos, y que hemos seguido todos los pasos descritos. Se los comerá con patatas (así gana enteros en la Consejería de Agricultura).
Acto seguido, y una vez que el vástago ya haya recibido el visto bueno para recibir tal cantidad de becas y ayudas repartidas por un cargo político de su color, que su educación no sólo le salga gratis, sino que le paguen por estudiar desde alguna fundación que orbite en torno al Partido, entrará en una Universidad afín, en la que se dará un paseo militar para sacar la carrera -sobre todo en las cafeterías, siempre y cuando no haya algún acto político asambleario al que haya que ir a agitar la banderita-, y se licenciará, o graduará como se gradúan ahora, quedando ya marcado con el sello de apto para superar críticas del tipo "si ni tiene carrera". Y puedo asegurar que mucha gente hay con título que no tiene ni la más remota idea de lo que se estudia -o más bien se deja de estudiar- en la carrera que eligió, o que le eligió el politburó del Partido. 
Después ya es cosa de presentarse a  elecciones, primero a las locales como concejal de juventud o de deportes, algo que no dé excesivos quebraderos de cabeza, pero que luzca mucho. Posteriormente, una vez adquiridas tablas en el escenario de la cosa pública, se pueden ir tentando concejalías mucho más jugosas como Hacienda, Urbanismo o, por qué no, la Alcaldía. De ahí, tras haber sacado ya tajada, a la Diputación, a las Cortes Regionales -¡ay! que ya me llaman Señoría al niño-, al Congreso, al Senado, o a tantos otros cargos de designación política que puedan corresponderle sin mérito alguno pero con mucho tino al nombrarle con el dedo. Unos añitos en la palestra -no más de siete, no se nos estrese- y luego a mamar de la pensión máxima pagada por el Estado, para complementar los ahorritos que haya ido haciendo cobrando entre 4.000 y 6.000 € por desempeñar un puesto en el que los que realmente trabajan son la cohorte de asesores que le asigna el sistema, sin que nadie se plantee nunca que si ese político necesita cuarenta asesores ¿no será porque es un inútil? Todo esto sin sumar lo que supone tener dietas para todo, viajar siempre en primera clase o con chófer en vehículo oficial que ni los de las pelis de James Bond, suites en los mejores hoteles, comisiones de servicio en lugares sospechosamente turísticos, exención de una tercera parte de las retribuciones en el IRPF... Y ya no digamos si cae en el Gobierno, que con que dure un día y jure el cargo ya tiene la vida resuelta. 

Quién no desea todo esto y mucho más que se me queda en el tintero para su hijo... Sería ser un padre sin corazón, o, lo que es peor, crítico con este sistema que sirve para que vivan cuatro de lo que doblamos la espalda el resto. 

De todo lo anterior deduzco el por qué decía Asterix aquello de "Están locos estos romanos", si es que los cargos públicos eran NO REMUNERADOS, porque trabajar para la República suponía un honor. Ahora al honor y la honestidad hay que renunciar por disciplina de partido justo antes de ponerse a su servicio. 

sábado, 12 de marzo de 2011

Vuelve la peste

Puede que ahora se vuelva de fiesta sin oler a cenicero, pero
mientras se está en los locales el bombardeo de pestilencias
combinadas es impresionante. 
Uno de los efectos más terribles, imprevisibles e incontrolados que ha tenido la entrada en vigor y el inesperado respeto -¿ya somos europeos?- de la Ley Antitabaco ha sido el destapar la escandalosa falta de higiene de muchos de nuestros compatriotas que, a las pruebas me remito, antes se escondía tras la cortina del denso y oloroso humo de tabaco. Ya desde principios de año uno nota que, aunque el cambio ha sido beneficioso para que la ropa propia deje de adquirir el hedor a tabaco que era inevitable en cualquier visita a locales de fiesta, pubs, discotecas, restaurantes, bares, y demás familia, no ha sido tan positivo para la propia pituitaria como debía presumirse, porque aunque la ropa propia no adquiera olores, la ajena del que no se lava con la frecuencia debida, y que antes veía amortiguados y disimulados sus efluvios por el humo del tabaco, ahora emite pestilencias a las aletas de la nariz ajena, intactas y plenas, de asquerosos matices a sudor y ponzoña, cuando no a la terrible mezcla de esos mismos sudores con colonia barata de pack de entrada de supermercado, evolución rebajada del Varón Dandy de toda la vida. Algunos que nos duchamos absolutamente todos los días -llámenme loco- gastamos además un dineral en buen perfume y desodorante, casi por obligación del trabajo que se desempeña debajo de un traje, corbata y camisa de manga larga -haga frío, calor, o fuerte marejada-. No es para exigir esto, ni mucho menos, creo que basta con ducharse todos los días. Además, que la ropa  no huela a humo no quiere decir que esté limpia, como parece presumir más gente de la debida; tras su uso normal, no está de más que la pasen otra vez por la casilla de la lavadora. Sugiero. 
A ese olor a humanidad, se añade además, una vez caído el telón vaporoso del tabaco, el hedor que descubrimos que desprenden los cuartos de baño, sobre todo en las salas de fiesta y pubs de cierto tamaño. Lo peor es constatar que el olor, y lo que es peor, su causa, siempre ha estado ahí, lo que ocurre es que el fuerte  olor a humo de tabaco hacía que pasase desapercibido. Vamos, que podíamos estar patinando sobre mierda, pero con la pituitaria y los pudores tranquilos, nariz que no huele, garganta que no genera arcada. 
Y no acaba ahí el "gas hostilero" -me permito el mal chiste de unir hostil por el gas, y hostelería, por el lugar en que se da, sabrán perdonarme estas licencias-, otro de sus componentes es el olor a fritanga en los locales en los que se cocina, y que, hasta entonces confundían las emisiones de sus fogones con el humo de los cigarros de los clientes. Ahora queda al descubierto la evidencia de unas garrafales deficiencias de ventilación en esas cocinas, que normalmente al filtro de fibras de la campana extractora le añaden otro de generación espontánea formado por aceite y grasa mantecosa, que obstruye al que en origen había de ser efectivo. Ayuda también a este componente de origen alimentario del gas que respiramos en nuestras hosterías la ancestral costumbre que tenemos en Todas las Españas de arrojar al suelo (antes junto con las colillas, ahora solos y sin disimulo odorante) los desperdicios de comida de nuestros pinchos y tapas, tales como conchas de almejas y mejillones, huesos de costillas y alitas, palillos y pinchos, y por supuesto las aceitadas servilletas con las que nos ayudamos para comer raciones y tapas y para limpiarnos -solo algunos, no olvidemos que hoy la cosa también va de cerdos erguidos- justo antes de colaborar con el hormigón de desperdicios que se forma sobre el piso y alrededor de las bases de los taburetes de la barra. 
Un ingrediente más a tener en cuenta, y que por lo común aparece a última hora en los locales de fiesta, es el resultado de aflojar algún parroquiano el esfínter con el fin de que el gas que todos sabemos que tiende a expandirse de forma molesta, encuentre libertad en la atmósfera, saliendo de la opresión de las  claustrofóbicas paredes del intestino grueso. Quizá no ayudaría mucho que se fuesen al excusado a soltar el recado espía -el conocido "pedo espía" es el que no suena pero huele que apesta o aquél enmascarado en el ruido ambiente que inhabilita las alarmas sonoras que acompañan el acto de agresión etérea- porque ya hemos dicho que los baños son fuente colaboradora de la atmósfera apestosa, pero al menos se concentra la densidad maloliente en unos puntos más concretos e identificables.
Iba a pedir un poco de civismo e higiene, pero olvidaba el país en el que nos encontramos, en el que se pueden ver ídolos de masas tales como Torrente -y todos sabemos que el castizo macho español no es solo un personaje de ficción-. Bastaría con que se añada una disposición adicional a la Ley que regule la limpieza de los locales -aunque normativa al uso ya existe-, imponga el uso de ambientadores [sic.], evitando, a poder ser incienso y pachuli, que son muy empalagosos y no me avisarían de la presencia de perroflautas, y, porque no se puede obligar a ello ex lege, por ser una medida invasiva, pero sueño con que todo el mundo se duche -al menos- una vez al día y lave la ropa antes de que se convierta en semoviente y huya por sus propios medios del cubo de la colada. Pero prefiero no dar sugerencias al legislador, que con lo metomentodo que anda, lo mismo nos sacan la Ley Sobre la Metrosexualidad y Esteticismo Obligatorios, con el correspondiente Reglamento de Desarrollo sobre Lavarse Detrás de las Orejas.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Hermanas millonarias

El Obispado ha tomado medidas de seguridad ante
 la proliferación de robos en cenobios. 
Si yo fuera un Inspector de Hacienda -no dejaría de ir al infierno con este cambio de profesión, y menos después del artículo que estoy pariendo- quizá el último sitio en que se me ocurriera husmear para ver si hay tufo de blanqueo de capitales o evasión de impuestos sería un inocente convento de monjas. Pero hete aquí que ante un robo en un convento mañico de clausura, las monjitas dan la voz de alarma y denuncian que les han sustraído más de un millón y medio de Euros (que, al cambio en pesetas -que seguro que las ingenuas monjitas se entienden en pesetas- son... bueno, no me cabe en la cabeza ni en la calculadora, que es mucho, vaya). Ahora ya con mediación letrada, el importe sustraído se ha reducido "milagrosamente" a la nada despreciable suma de cuatrocientos mil Euros. Que no quiero pensar mal, pero esta cuantía ya es más diluible entre las hermanas para que, ante una presunta defraudación -Dios no lo quiera-, a ninguna de ellas se la puedan imputar más de los 120.000 Euros que el art. 305 del Código Penal convierte en delito contra la Hacienda Pública, conducta que, por debajo de esa cuantía sería una infracción administrativa. Y ahora sí, el abogado de las religiosas aclara que el dinero tiene el origen documentado -espero, por el bien de las hermanas, que se refiera a algo más que a la impresión en el billete de su manufactura en el Banco Central Europeo-, sobre todo porque una de las hermanas pinta retratos 'divinos', de a cincuenta mil Euros el trapo (vamos, que pintaría guapo hasta a Torrente recién levantado), y que lo mismo el destino es para gastos corrientes, tales como atender las limosnas de los necesitados del barrio, y tal y tal, Pascual. Esto es ganarse el cielo, si es que aunque estuviera sin declarar, los cuatrocientos  mil o el millón y medio (que esto ya parece el resultado de una manifestación según la Delegación del Gobierno y según los convocantes), es para canonizarlas, ésta es labor social y no la de las Cajas de Ahorros, que sólo se dedican a montar exposiciones sobre los dinosaurios y de artistas seglares. Un consejo a los mendigos que me lean -la internet es imparable, llega incluso a las Blackberry e iPhones de los mendigos-, trasládense al barrio de tan impresionantes benefactoras. Lo que no deja de ser curioso es que los Bin Ladens estuvieran criando polilla en un armario, y no circulando entre los pobres del barrio, ¡qué digo!, de la Comunidad Autónoma como poco, que hay para todos (si un bocadillo con refresco del Domund son 3 Euros, dividan la cantidad que les sustrajeron a las hermanas -escogiendo una u otra cantidad según el grado de simpatía que le tengan a tan vetusta institución- y obtendrán cuántos pobres iban a quedar merendados con la suma), pero, quién soy yo para cuestionar los designios del Altísimo y la celeridad en las limosnas de las hermanas. Por mucho ahorro que hayan amasado las hermanas "hormiguitas", no me cabe en la cabeza que alguien que ha hecho voto de pobreza necesite unos ahorros de entre cuatrocientos mil y un millón y medio de Euros, y menos en un cenobio de tan solo dieciséis monjas. 
No seré yo quien bombardee desde aquí la presunción de inocencia, y menos de unas indefensas, aunque boyantes, monjitas, pero si se prueba que ese dinero proviene de blanqueo, no han sido tributados los correspondientes impuestos, y no se está destinando a los fines que presumo tiene una congregación de este tipo -lo que no pocas ventajas fiscales les supone, sin necesidad de engañar al Fisco-, no es para condenarlas a prisión, que total, ya son monjas de clausura, es para condenarlas al infierno, o por lo menos al más terrenal infierno de ver cómo se les confisca toda la suma, si se llega a recuperar, cosa que dudo, por no interesar ni al ratero ni a las víctimas -no vaya a descuadrar el balance la partida-, y se hace llegar realmente a quien debía de haberse hecho llegar antes de criar polilla en el armario. 

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