Primera lección: destruir al enemigo político y todo lo que él haya construído y sea de provecho, sin piedad y sin escrúpulos. |
Si en otros tiempos las familias de bien -y las de mal con mayor facilidad- españolas querían que sus vástagos saliesen adelante sin mucho dar el callo y con la escudilla y los maravedíes garantizados, los metían al clero regular o al secular, según procedencia y capacidades. Incluso los mejor posicionados, sin ser de la alta nobleza, que ahí ya venía todo hilado, podían colocar a sus vástagos y bastardos -que también abundaban- al servicio de la Administración regia o de la local. El resto, pues como ahora, a buscarse buenamente la vida (solo que antes el pillaje que ahora se da con los requisitos de concesión de becas y ayudas al estudio, y con los nombramientos de puestos de libre designación, se daba antes en la calle, sirvan de ejemplo literarios pillos como el Lazarillo de Tormes, el Buscón don Pablos, o la Pícara Justina).
Ahora que, ya ubicados -o pérdidos, según se mire- en nuestros tiempos, si hay una salida profesional que cualquier padre pueda desear a su hijo, esa es la de político. Y ruego me perdonen por lo de "salida profesional". Si un hijo mío me dice que quiere ser bombero, médico, policía o ingeniero, por poner posibles ejemplos, le meto un tortazo -figurado claro, y con perdón de las sensibilidades del mundo políticamente correcto de la pandereta y la piruleta en cajita de algodón de azúcar- porque, vamos a ver ¿vas a jugarte la vida apagando incendios, vas a hacer guardias interminables rodeado de enfermos, vas a perseguir peligrosos criminales o te vas a devanar los sesos calculando, pudiendo vivir de rascarte la barriga y rascar los bolsillos de los demás?
Dicen que algunos niños nacen con una barra de pan bajo el brazo, yo, por mi parte, creo que más bien nací con una barra de bar bajo el brazo, y no vean lo útil que resulta en mi generación, y en las anteriores, cuando aún no se habían perdido las relaciones sociales directas -devoradas por las redes sociales-, para interaccionar con parroquianos de lo más variopinto y de todas las extracciones -que de todos se aprende- y ganarse útiles recursos para la vida. A día de la presente, lo más aprovechable sin duda alguna, va a ser nacer con una tarjeta de militancia en algún nido de corruptos debajo del brazo, a elegir entre los grandes partidos que nos ha tocado sufrir, y es indiferente el signo, la ideología, una vez vacía de toda ética, moral y sentido de la vergüenza, no es óbice para la corrupción. Imagínense, ya vamos encauzando la carrera del neonato, saldrá hasta en la prensa "El militante más joven del Partido ll ". Luego todo sería cuestión de ir limando los escrúpulos que pudieran irle surgiendo, es complicado si los padres los tienen, pero hay que hacer un esfuerzo por la criatura. En un futuro ayudará mucho sustituir sus lecturas infantiles por recortes de prensa de todos los casos de corrupción, abuso de poder, prevaricación, recalificaciones urbanísticas sin más justificación que el nepotismo y amiguismo, autoregulación de las condiciones laborales que supongan un agravio comparativo sangrante con el resto de la sociedad, etc. Me dirán que menudo volumen de artículos, que ya para eso que se lea la Enciclopedia Británica (esto evítenlo a toda costa, cualquier atisbo de saber y cultura puede dar al traste con el plan y convertirlo en un intelectual crítico con el sistema que pretendemos que le dé de comer by the face). Es necesario que vaya teniendo escuela y que llegue a la adolescencia con todos los cantares de gesta del mundo de las corruptelas políticas bien imbuido e interiorizado. Una vez en la adolescencia, habrá que dar el siguiente paso, que se lea en la wikipedia las biografías de grandes incompetentes metidos a políticos de la primera mitad del siglo XXI -y algún adelantado a su tiempo del último cuarto del s. XX-, y digo en la wikipedia, porque insisto en la necesidad de que no toque un solo libro que no haya sido escrito por un político, y además, biografías como tales no creo que ninguno se la merezca -otra cosa sea que se la pague, como hacían los poderosos con sus retratos en otras épocas, por feos que fueran, y encima había que sacarlos guapos-. Ya me lo imagino centrado en la lectura de "González, el Sr. X del Gal", "Aznar, el guerrero americano", "Zapatero, un Premio Nobel de Economía frustrado", y "Rajoy el eterno candidato víctima de su logopeda", y ahondando para que coja buenas mañas de trepa, no pueden faltar obras referentes a la vida y milagros de Leyre Pajín, Bibiana Aído, Soraya Sáenz de Santamaría, Mercedes de Cospedal, "Gallardón Vs. Espe, Episodio I", los tránsfugas de la Asamblea de Madrid, y tantos otros, no sin dejar una estantería entera para Camps y los políticos y regidores de las costas bañadas por el Mediterráneo, que esa es la haute école.
Una vez formado y ya en la tierna edad de explosión hormonal, en vez de a perseguir faldas, ir de botellón -salvo que sea reivindicativo en el marco de algún acto organizado por el Partido- y ponerse hasta las cejas de drogas de diseño (que eso lo podrá hacer en su casa con su camarilla de satélites trepadores), tendrá que entrar a formar parte de las juventudes del Partido, procurando pisar a todos los compañeros que pueda, sobre todo a los que de verdad tenían vocación por la política y se han adherido al Partido de buena fe. Serán los más fáciles de aplastar y luego tendrá que luchar con el resto de trepas sin escrúpulos, pero para ello ya ha recibido la mejor formación que podríamos darle, como padres precavidos que somos, y que hemos seguido todos los pasos descritos. Se los comerá con patatas (así gana enteros en la Consejería de Agricultura).
Acto seguido, y una vez que el vástago ya haya recibido el visto bueno para recibir tal cantidad de becas y ayudas repartidas por un cargo político de su color, que su educación no sólo le salga gratis, sino que le paguen por estudiar desde alguna fundación que orbite en torno al Partido, entrará en una Universidad afín, en la que se dará un paseo militar para sacar la carrera -sobre todo en las cafeterías, siempre y cuando no haya algún acto político asambleario al que haya que ir a agitar la banderita-, y se licenciará, o graduará como se gradúan ahora, quedando ya marcado con el sello de apto para superar críticas del tipo "si ni tiene carrera". Y puedo asegurar que mucha gente hay con título que no tiene ni la más remota idea de lo que se estudia -o más bien se deja de estudiar- en la carrera que eligió, o que le eligió el politburó del Partido.
Después ya es cosa de presentarse a elecciones, primero a las locales como concejal de juventud o de deportes, algo que no dé excesivos quebraderos de cabeza, pero que luzca mucho. Posteriormente, una vez adquiridas tablas en el escenario de la cosa pública, se pueden ir tentando concejalías mucho más jugosas como Hacienda, Urbanismo o, por qué no, la Alcaldía. De ahí, tras haber sacado ya tajada, a la Diputación, a las Cortes Regionales -¡ay! que ya me llaman Señoría al niño-, al Congreso, al Senado, o a tantos otros cargos de designación política que puedan corresponderle sin mérito alguno pero con mucho tino al nombrarle con el dedo. Unos añitos en la palestra -no más de siete, no se nos estrese- y luego a mamar de la pensión máxima pagada por el Estado, para complementar los ahorritos que haya ido haciendo cobrando entre 4.000 y 6.000 € por desempeñar un puesto en el que los que realmente trabajan son la cohorte de asesores que le asigna el sistema, sin que nadie se plantee nunca que si ese político necesita cuarenta asesores ¿no será porque es un inútil? Todo esto sin sumar lo que supone tener dietas para todo, viajar siempre en primera clase o con chófer en vehículo oficial que ni los de las pelis de James Bond, suites en los mejores hoteles, comisiones de servicio en lugares sospechosamente turísticos, exención de una tercera parte de las retribuciones en el IRPF... Y ya no digamos si cae en el Gobierno, que con que dure un día y jure el cargo ya tiene la vida resuelta.
Quién no desea todo esto y mucho más que se me queda en el tintero para su hijo... Sería ser un padre sin corazón, o, lo que es peor, crítico con este sistema que sirve para que vivan cuatro de lo que doblamos la espalda el resto.
De todo lo anterior deduzco el por qué decía Asterix aquello de "Están locos estos romanos", si es que los cargos públicos eran NO REMUNERADOS, porque trabajar para la República suponía un honor. Ahora al honor y la honestidad hay que renunciar por disciplina de partido justo antes de ponerse a su servicio.