martes, 26 de abril de 2011

Él debería de hacerlo

Esta tarde cuando volvía empujando la burbuja de mi mundo de nuevo hacia el curro (porque oiga, cómo no va a haber tanta gente en paro si a algunos nos hacen acaparar tantas horas) me topé casi de bruces con un galgo. La imagen era dantesca, las costillas eran meras perchas de una piel que algún día fue blanca, y hoy es gris ya no de suciedad, de desgaste, con tal falta de pelo que el tono gris tiende a rosa en las partes en que las calvas se hacen más prominentes, y satinada de rojo donde heridas han conseguido minar el otrora lustroso pelaje del pobre animal. La cara era un poema y miraba con los ojos resignados con los que mira un animal que ha pasado de la adoración de un amo al que le brinda las presas de caza, al desprecio absoluto no sólo de ese amo que rechaza la obligación de alimentarlo y cuidarlo cuando termina la temporada de caza, o cuando no rinde ya lo que se espera de un perro considerado mera herramienta para un hobbie, desprecio que se exporta al resto de la sociedad que de manera indiferente permite este tipo de conductas deplorables. 
No es el primero que veo, es más, ya son demasiados, en lo que llevo por estas tierras castellanas, pasan de largo la veintena los galgos abandonados que he visto vagando durante una temporada por las calles, hasta que, seguramente algún servicio pagado por la bolsa pública, los retira de la decoración urbana -por lo poco decorativos cuando llevan un par de semanas pasando hambre, y algún coche o desaprensivo les ha regalado una buena cojera- y dejan de aparecerse de vez en cuando y de cuando en vez por callejas y callejones, seguramente además de dejar de aparecerse, hayan dejado de respirar, y con ayuda, me temo. Es curioso que se les vea al límite de la inanición pero que jamás hagan ni el más lejano intento por atacar a una persona, si no por rabia, ya por simple hambre e instinto animal de supervivencia. Son mucho más nobles que nosotros, nosotros pagamos su fidelidad y entrega con el abandono, ellos en vez de venganza y rabia, nos devuelven simple resignación y lástima -para los que nos quede un mínimo respeto por la más noble de las especies animales-. Por eso, más que "él nunca lo haría", lo mejor para las campañas en contra del abandono animal serían un "Él debería de hacerlo", el abandonar a amos interesados solo en tanto en cuanto les reporten un beneficio concreto, si lo hicieran a tiempo se evitarían muchos sufrimientos, pero no pueden, son fieles hasta morir, y a eso les lleva su fidelidad. Ya lo dijo Schopenhauer: 
La conmiseración con los animales está íntimamente ligada con la bondad de carácter, de tal suerte que se puede afirmar seguro que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona. Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral.
Y también el propio filósofo describió lo que ven los ojos del galgo que me he encontrado esta tarde, ya que dijo que el hombre había hecho de la Tierra un infierno para los animales. El que bien me conoce sabe que ni soy un sentimental, ni mucho menos un ecologista, pero vamos a ver, que esto que les hacen a estos perros ya es de hijos de la gran puta. A los autores de estos abandonos les deseo sinceramente que, cuando lleguen a la vejez, sus hijos les traten igual que a esos perros que ya no sirven al fin para el que fueron adquiridos, y los dejen abandonados del todo, ni residencia ni gaitas templadas.  Porque cabe preguntarse ante la falta de humanidad de ciertas conductas ¿quién es el "perro"? Entre tanto, ayudaría tremendamente a que no me vuelva a encontrar otra estampa semejante el que se fueran atragantando mortalmente con los huesos de las perdices, que, fieles y confiados, los galgos les tienden en sus bocas, en días de alegres cacerías de estos amos que se dicen amantes de la naturaleza, y esto debe de ser porque, como el del anuncio, iban para hombre, pero se quedaron en mono, y perdonen esta licencia los monos. 

domingo, 24 de abril de 2011

Guiri y gravedad se escriben con g, de gilipollas

En la ciencia física tradicional la fuerza de la gravedad se representa abreviada en las fórmulas a través de la letra g. La aceleración de la gravedad en la superficie terrestre es aproximadamente de 9,81 metros por segundo al cuadrado. Ya tenemos las patatas y la cebolla, faltan los huevos para hacer la tortilla. Y los huevos los ponen los jóvenes guiris a los que recibe con los brazos abiertos (sujetando la saca) el sector hostelero español, sobre todo de las islas y de nuestra costa levantina. Una vez mezclados los ingredientes, surge una nueva práctica de estos jóvenes, que no conformes con beberse hasta el último fluido que se les ponga en órbita con la única condición de que lleve alcohol, acompañan sus melopeas con auténticas imbecilidades, y la última de ellas, y no por ello menos estulta, es el balconing -Nota del Traductor: todo lo que los españoles acabamos en -ing, acaban siendo extravagancias, bobadas en las que perder nuestro escaso tiempo, o directamente estupideces-. Sí, han oído bien, y es que han cogido la costumbre de bajar de sus habitaciones al fondo de la piscina con esa aceleración de 9,81 m/s2, aprovechando que it's free en todo el territorio nacional y una hora más tarde también la regalan en Canarias. Y ello sin pasar por las escaleras y pasillos que separan, pongamos -verbi gracia- su cuarta planta de hotel, de la planta baja en la que solemos ubicar los españoles las piscinas (lo de ponerlas en la azotea es más cosa de ellos, quiero pensar que a alguno es esto lo que le confunde). Quita el habla el ver cómo se tiran borrachos perdidos desde el balcón, ventana, cornisa o lo que proceda según el arquitecto que haya trazado con rotring firme el diseño del hotel (algunos asistidos, a la vista de los últimos edificios diseñados para nuestro sector hotelero, por las plastidecor de parvulario de sus retoños), para impactar, con suerte en la piscina, y si les sigue asistiendo, sin llegar con excesivo ímpetu al fondo. Por las imágenes que veía en el telediario, les da igual lo que hay debajo, la distancia, las probabilidades de caer fuera, el estado en el que saltan, y que haya más imbéciles -precursores en la valentía- en la pool (cuya profundidad lo mismo ni han sondeado), lo que quieren es experimentar la misma sensación que parecen querer experimentar sus compatriotas que se ponen delante de los astados en la calle Estafeta de Pamplona en pleno San Fermín, emulando al berzas de Hemingway, sin tener ni pajolera idea de lo que es un encierro y lo que es un toro, y ni les cuento si juntamos ambos -y unas pintas, claro-. Todas estas prácticas de riesgo gratuito se cobran cada año unos cuantos heridos, y años como el pasado incluso víctimas mortales. Así pues, dejen los british los saltos desde balcones a piscinas a su agente más emblemático del MI-5, pues a él le pagan por ello, y si se estrella contra el hormigón, tampoco pasa nada, cada cuatro años los cambian, como las olimpiadas, habiendo casi tantos James Bond como Manolos -zapatos inclusive-. Para que luego digan, hoy no tocaba hablar de idiotas made in spain, aunque abunden más -y alguno también le de al balconing, faltaba más-, porque ya es sentencia aquella que reza que en todos los sitios se cuecen habas. 
Viendo cosas como las antecedentes, uno agradece que contribuyan al PIB y hagan caja en nuestra hostelería, que falta nos hace, pero agradece aún más que lo sigan haciendo lejos, y que nos dejen para los menos soleados pero más monumentados, el mucho más tranquilo y apacible, turismo cultural, del que, además, hago autoconsumo sin medida. 

viernes, 15 de abril de 2011

Alexei Kurkovski está muerto, tu anuncio, también

Tengo la manía de dormir la siesta en el sofá con la tele puesta (reza doce padrenuestros ecológicos, ¡derrochador!), y si hay algo que me turba la duermevela en la que me sumo es el anuncio del modem USB de Vodafone (pincho de toda la vida, menos sustancial que sus homónimos gastronómicos, eso sí). Modem que hay que decir en su descargo que yo tengo y que, desde que amenacé a la todopoderosa multinacional británica, va como la seda. Eso sí, lo contraté antes de haber visto semejante anuncio, que si es ahora... ¿En qué mundo viven estos publicistas? yo ya me contesto: Frikilandia. Uno tiene ya horas de vuelo en barra de bar y mesa de cafetería, y hasta la fecha no he visto que en tan pocos segundos concentren cosas tan deplorables y grimosas, a saber:
1. Cita a ciegas en un bar, seguramente producto del cruce de dos anodinas vidas de sedentarios en internet, como identificativo de la chica, nada más y nada menos que un detestable gorro horrible de punto rojo, con el que ni mi abuela hubiera osado castigar mi infancia cuando yo estaba en el -o pasaba por, que es más exacto, a tenor de lo que recuerdo- parbulario.
2. Tipa que contesta al móvil nada más sentarse el incauto que la ha pillado por internet -poker face y un gesto de "tranquila, tranquila", que equivale a que hijaputa que me va a tener aquí limándome los nervios hasta que acabe-, lo cual es un insulto a las más básicas normas de educación, ya de por sí bastante recortadas y cañoneadas por las generaciones cani-chónicas, para que también se las pase por el forro de la carpeta verde la señorita de la rebequita de punto.
3. Eso sí, la resabiada le da qué pensar al paciente maniquí del Zara, corbata cutre incluida, y en un aparte y tapando el micro del teléfono (lo que nos da una idea de lo importante que es la llamada que tiene en ascuas a nuestro aspirante a amante guisante), le suelta la primera perla: "Adoro el cine de Alexei Kurkovski", revista del ramo apestando sobre la mesa, casualmente, porque todas salen con una revista de cine polaco bajo el brazo, qué me vas a contar a mi Mari Loli. A buenas horas posaste en ella la mirada de ocioso y paciente espectador de una insulsa llamada de trabajo, pero sirva en tu defensa que no sabías ni que tales revistas existían (sí hay vida más allá de tus revistas de videojuegos, porno, y videojuegos-porno)
4. El tonto del haba, en vez de salir huyendo antes de tener que pagarle un café a la friki, y un agua para que no se la acartone el gaznate de hablar de cine de autor polaco, y su propio café bien cargado, para no caer en el sueño eterno de oirla -que no escucharla, cosa que lo mataría por segunda vez, si eso es posible-, se ve que tiene tal apretón por apretar, valga la rebuznancia [sic.], que se va a buscar en su medio portatil, tecleando a una mano como si tocara el órgano de la Catedral de Burgos, la vida, obra, milagros y excentricidades del cineasta que tiene el secreto del misterioso resorte que baja las bragas de su nueva amiguita. Y pensar que, cuando él dice "voy al baño", la primera vez le di el beneficio de la duda, pues yo también sentiría unas náuseas irrefrenables, que decepción, henos ante un planchabragas.
5. Vuelve informado el hipócrita, sintiéndose inteligente, para que le pillen antes por mentiroso que por cojo: "Kurkovski, un genio", ahí es nada, sacó de dentro el crítico de cine que todos llevamos dentro -habita junto al médico y al abogado- y encima con falsa suficiencia, porque todos sabemos que en una situación real, los sudores que te asisten al hablar de algo de lo que no tienes ni puta idea, con la facilidad que existe a la hora de equivocarse de página de la wikipedia -llamémosla fuente fiable fabricada por la sabiduría de millones de ociosos, y se sabe que si abunda sabiduría es en los millones de ociosos que copan el mundo-, sólo son equiparables a los sudores fríos que emanan de aquél humilde ser humano que coincide en el ascensor con el vecino al que le roba el wi-fi.
6. Ni corta ni perezosa la niña que parece vivir en un ciclo de cine de autor de esos a los que van durante los años de universidad dos tipos de persona: los que necesitan desesperadamente créditos para cubrir carreras de dudosa utilidad en el mercado laboral, y los que no tienen nada mejor que hacer (en el campo de la psiquiatría seguramente a estos últimos los sitúen a un solo paso de la cornisa del suicida), abundando en su insoportable pedantería suelta por babor otra hondonada y se le llena la boca con un: "¿Y qué me dices de Tanagashi?". Por el amor de Dios, ¿no ha quedado claro que la tipa no es normal? Si tragara cuchillas de afeitar usadas o se subiera encima de la mesa a bailar desnuda, yo le vería más futuro a una relación estable con ella.
7. Llegando al clímax de la imbecilidad, al sumum de la estupidez humana, a la sublimación de la indignidad de la especie, el jodido idiota, que, como cualquier mortal que no pertenezca a la familia Tanagashi o se haya equivocado de película en un videoclub, no tiene ni puta idea de quién es el cineasta con nombre de motocicleta, sale con su portátil water resistant a la terraza donde está jarreando y se pone a buscar la biografía del sujeto, que con un poco de suerte, la encuentra, porque aunque no te conozcan ni en tu comunidad de vecinos, raro será que google no haya vulnerado jamás la privacidad de unos datos. Una pena que el portátil lleve batería porque una descarga de 220 W. animada por el gran conductor que es el agua de lluvia, hubiera sido muy útil para devolver a la realidad al investigador cultural calenturiento.

Si nos quedamos en la ficción la sangre no llegará al río, pero cada día son más las personas que me comentan que de un calentón en un chat de internet pasan a la cita a ciegas, y lo único que les deseo a mis amigos y conocidos que utilicen estos métodos es que nunca acaben en una mesa a la que le sirva de mantel una sesuda revista de cine de autor que vaya más allá de Woody Allen o Tarantino, que ya para mi son rarillos. Mis enemigos, que se jodan.

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