Tengo la manía de dormir la siesta en el sofá con la tele puesta (reza doce padrenuestros ecológicos, ¡derrochador!), y si hay algo que me turba la duermevela en la que me sumo es el anuncio del modem USB de Vodafone (pincho de toda la vida, menos sustancial que sus homónimos gastronómicos, eso sí). Modem que hay que decir en su descargo que yo tengo y que, desde que amenacé a la todopoderosa multinacional británica, va como la seda. Eso sí, lo contraté antes de haber visto semejante anuncio, que si es ahora... ¿En qué mundo viven estos publicistas? yo ya me contesto: Frikilandia. Uno tiene ya horas de vuelo en barra de bar y mesa de cafetería, y hasta la fecha no he visto que en tan pocos segundos concentren cosas tan deplorables y grimosas, a saber:
1. Cita a ciegas en un bar, seguramente producto del cruce de dos anodinas vidas de sedentarios en internet, como identificativo de la chica, nada más y nada menos que un detestable gorro horrible de punto rojo, con el que ni mi abuela hubiera osado castigar mi infancia cuando yo estaba en el -o pasaba por, que es más exacto, a tenor de lo que recuerdo- parbulario.
2. Tipa que contesta al móvil nada más sentarse el incauto que la ha pillado por internet -poker face y un gesto de "tranquila, tranquila", que equivale a que hijaputa que me va a tener aquí limándome los nervios hasta que acabe-, lo cual es un insulto a las más básicas normas de educación, ya de por sí bastante recortadas y cañoneadas por las generaciones cani-chónicas, para que también se las pase por el forro de la carpeta verde la señorita de la rebequita de punto.
3. Eso sí, la resabiada le da qué pensar al paciente maniquí del Zara, corbata cutre incluida, y en un aparte y tapando el micro del teléfono (lo que nos da una idea de lo importante que es la llamada que tiene en ascuas a nuestro aspirante a amante guisante), le suelta la primera perla: "Adoro el cine de Alexei Kurkovski", revista del ramo apestando sobre la mesa, casualmente, porque todas salen con una revista de cine polaco bajo el brazo, qué me vas a contar a mi Mari Loli. A buenas horas posaste en ella la mirada de ocioso y paciente espectador de una insulsa llamada de trabajo, pero sirva en tu defensa que no sabías ni que tales revistas existían (sí hay vida más allá de tus revistas de videojuegos, porno, y videojuegos-porno)
4. El tonto del haba, en vez de salir huyendo antes de tener que pagarle un café a la friki, y un agua para que no se la acartone el gaznate de hablar de cine de autor polaco, y su propio café bien cargado, para no caer en el sueño eterno de oirla -que no escucharla, cosa que lo mataría por segunda vez, si eso es posible-, se ve que tiene tal apretón por apretar, valga la rebuznancia [sic.], que se va a buscar en su medio portatil, tecleando a una mano como si tocara el órgano de la Catedral de Burgos, la vida, obra, milagros y excentricidades del cineasta que tiene el secreto del misterioso resorte que baja las bragas de su nueva amiguita. Y pensar que, cuando él dice "voy al baño", la primera vez le di el beneficio de la duda, pues yo también sentiría unas náuseas irrefrenables, que decepción, henos ante un planchabragas.
5. Vuelve informado el hipócrita, sintiéndose inteligente, para que le pillen antes por mentiroso que por cojo: "Kurkovski, un genio", ahí es nada, sacó de dentro el crítico de cine que todos llevamos dentro -habita junto al médico y al abogado- y encima con falsa suficiencia, porque todos sabemos que en una situación real, los sudores que te asisten al hablar de algo de lo que no tienes ni puta idea, con la facilidad que existe a la hora de equivocarse de página de la wikipedia -llamémosla fuente fiable fabricada por la sabiduría de millones de ociosos, y se sabe que si abunda sabiduría es en los millones de ociosos que copan el mundo-, sólo son equiparables a los sudores fríos que emanan de aquél humilde ser humano que coincide en el ascensor con el vecino al que le roba el wi-fi.
6. Ni corta ni perezosa la niña que parece vivir en un ciclo de cine de autor de esos a los que van durante los años de universidad dos tipos de persona: los que necesitan desesperadamente créditos para cubrir carreras de dudosa utilidad en el mercado laboral, y los que no tienen nada mejor que hacer (en el campo de la psiquiatría seguramente a estos últimos los sitúen a un solo paso de la cornisa del suicida), abundando en su insoportable pedantería suelta por babor otra hondonada y se le llena la boca con un: "¿Y qué me dices de Tanagashi?". Por el amor de Dios, ¿no ha quedado claro que la tipa no es normal? Si tragara cuchillas de afeitar usadas o se subiera encima de la mesa a bailar desnuda, yo le vería más futuro a una relación estable con ella.
7. Llegando al clímax de la imbecilidad, al sumum de la estupidez humana, a la sublimación de la indignidad de la especie, el jodido idiota, que, como cualquier mortal que no pertenezca a la familia Tanagashi o se haya equivocado de película en un videoclub, no tiene ni puta idea de quién es el cineasta con nombre de motocicleta, sale con su portátil water resistant a la terraza donde está jarreando y se pone a buscar la biografía del sujeto, que con un poco de suerte, la encuentra, porque aunque no te conozcan ni en tu comunidad de vecinos, raro será que google no haya vulnerado jamás la privacidad de unos datos. Una pena que el portátil lleve batería porque una descarga de 220 W. animada por el gran conductor que es el agua de lluvia, hubiera sido muy útil para devolver a la realidad al investigador cultural calenturiento.
Si nos quedamos en la ficción la sangre no llegará al río, pero cada día son más las personas que me comentan que de un calentón en un chat de internet pasan a la cita a ciegas, y lo único que les deseo a mis amigos y conocidos que utilicen estos métodos es que nunca acaben en una mesa a la que le sirva de mantel una sesuda revista de cine de autor que vaya más allá de Woody Allen o Tarantino, que ya para mi son rarillos. Mis enemigos, que se jodan.
2 comentarios:
Cuanta razon. Cuando dice lo de Tanagashi dan ganas de decirle. "¿Y que me dices de tu puta madre?"
Sí, la verdad es que no podía ser más repelente.
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