martes, 14 de junio de 2011

Ciegos a los palos

Con su permiso, el del tiempo y de la Autoridad, o sin el de ninguno, les voy a contar una historia ambientada en este nuestro País de la Pandereta, que hace mucho que no corto un traje. Había una vez unos duendecillos, que ciegos de nacionalismo, de no ver más allá de las fronteras que más cercanas les quedaban, decidieron que el resto de los habitantes del País de la Pandereta éramos menos que ellos, y que no merecíamos compartir Estado con ellos, muy especiales, por hablar algo cercano al klingon, supongo, al no haber más motivos fundados, una vez descartada la teoría del RH- abanderada por el científico de reputación y fama internacional -postulante al Nóbel- Xabier Arzalluz. Tanto se cegaron que algunos de ellos, pasándose de vueltas, comenzaron a atacar indiscriminadamente a objetivos tanto militares o de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado -de la Pandereta, se entiende-, como civiles (dramas no nos faltan que traer a la memoria, lo cual soy incapaz de hacer sin acordarme de la madre de todos esos malnacidos asesinos). Otros, incluso más cobardes, mezquinos y ladinos que los anteriores,  amparándose en la política y en las libertades de un Estado de Derecho, y abusando vilmente de ellas, cubrían, jaleaban y financiaban a los primeros, hasta que hartos de la situación, el Poder Legislativo proscribió a todos estos indeseables y los Tribunales del País de la Pandereta dijeron, hasta aquí hemos llegado, ilegalizando todas las manifestaciones políticas de estos intolerantes sinvergüenzas que se reían de todo y de todos a la cara, regodeándose en el dolor de una sociedad que tantas veces intentaron quebrar, encontrando sólo una oposición cada vez más frontal y férrea ante sus ideas trasnochadas y anacrónicas, y mucho más enconada contra sus acciones criminales. 
Todo era felicidad en el País de la Pandereta (salvo porque la cola más larga no la tenían ni el Conde de la Obregón, ni el Piqué de la Sakira, sino las Oficinas del INEM), hasta que en unas elecciones municipales, deciden por enésima vez presentarse los ciegos duendecillos independentistas. Todos tranquilos, tenemos unas leyes que impiden que estos sinvergüenzas lleguen a gobernar algo, cuando está claro que no gobiernan ni sus propias cabezas. Hasta que, por lo que es una clara oportunidad política, que supone que el Sr. Zapatero sólo podría lavar un poco la enlodada cara de su patética gestión si consiguiera ver el fin de ETA como Presidente, y ello amortiguaría el inevitable batacazo electoral de Rubalcaba, se les ocurre que, aunque el Tribunal Supremo diga que los ciegos duendecillos independentistas se queden en sus casas y se la casquen solos, que para ello son separatistas y no necesitan de nadie, ahí tienen el Constitucional, que para tirar de ellos ya lo han llenado de adláteres agradecidos, de estómago blindado, escrúpulos en eternas vacaciones y gozosos de poder satisfacer los zafios intereses de quienes les han dado de comer durante estos años que lleva el Tribunal sin renovarse -y bien se sabe que no hay que morder la mano que da de comer, pero de ahí a chuparle el culo al propietario de la misma, va un paso, o mejor, un giro de 180º...-. Y el Tribunal no les falla, y tira por tierra todo lo conseguido hasta el momento y abre la puerta de los Ayuntamientos de esas tierras irreductibles del norte a los bárbaros montaraces. En fin, están locos estos romanos, locos, y no se sabe muy bien por qué,  togados, porque con decisiones como estas cualquier mérito decae ante la evidencia de una rendición indigna para un órgano que, aunque estrictamente no pertenece al Poder Judicial, debería gozar de tanta o más independencia, siendo el máximo garante de nuestros derechos fundamentales y libertades. Veremos como quedan salvaguardados los derechos y las libertades de los no independentistas en esos reductos de atmósfera paleto-independentista.   
Y los ciegos duendecillos independentistas, que no la han visto mejor en años, se tiran a la yugular de las Corporaciones Locales y cual vampiros sedientos de sangre, las succionan para sí, haciéndose con el poder de manera pasmosa en decenas de Ayuntamientos (esto también dice mucho, algo falla por allá si tanta gente les vota, porque no vale la teoría de que todos sean idiotas -ni mucho menos-, aunque desde luego, con su voto han cometido una idiotez). Ahora nos echamos las manos a la cabeza, lo cierto es que no nos lo esperábamos, pero no se puede meter la mano en la boca de un cocodrilo, porque luego pasa lo que pasa. 
La cosa es que han dado el bastón de mando a muchos energúmenos, que han pasado de dar palos de ciego por estar ahogada su alternativa política al no desmarcarse de la violencia, a ser ciegos con palos, para dar palos al Estado que los mantiene, a la Constitución, y hasta a la puta que parió a los que consintieron que pudieran llegar a donde han llegado -y no duden que se los darán, si tienen ocasión-. Por cosas como esta, este país nunca dejará de ser el País de la Pandereta.  Parte de los culpables han presentado la dimisión, imagino que el cargo de conciencia debe de ser enorme... llegar hasta ahí para eso, está más feo que la espalda de una nevera. Y digo, que si la hubieran presentado antes, al recibir instrucciones del Politburó de su Partido, a lo mejor nos hubiera ido mejor a todos. Quede clara una cosa, por si algún pro-PP la está gozando, me dan tanto asco los mercenarios del PSOE como los del PP, todos nos venderían, y así lo han hecho y lo hacen casi a diario, por veinte monedas de plata -ahora se llevan más los billetes de 500 €, dietas, cargos y privilegios-, y cosas como esta de Bildu son para indignarse más que otras, pero nadie acampa a las puertas del consistorio de San Sebastián -y es comprensible, a saber qué órdenes recibiría la Policia Local de alguien que no condena la violencia-. 

Colorín, colorado y pelado el ojo del culo nos han dejado. 

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