sábado, 18 de junio de 2011

Indignados en la historia

Las jacqueries y la situación de la época en la década 
de 1330 prueban que no hay nada nuevo bajo el Sol.
Leyendo hace un tiempo a Enrique Ruiz-Domènec, en su obra "Europa" (RBA Libros, SA, 2010), sobre la Historia de este Viejo Continente, que ya he citado en otras ocasiones, me sorprendía en un párrafo un brutal paralelismo con la situación de crisis económica actual, pero ambientado en la década de 1330, desde la que ya ha llovido. Por entonces, y tras mucho tiempo de prácticas abusivas e insostenibles en la agricultura, que dañaron la capacidad productiva de los campos gravemente, provocando una terrible reducción de las cosechas, tuvo lugar el fin de un ciclo económico expansivo. Cambiemos la agricultura por prácticas insostenibles en el sistema financiero, aderezado con la actividad especulativa sobre el sector del ladrillo, y obtenemos ese mismo fin de un ciclo económico expansivo pero trasladado a los tiempos actuales -y estas prácticas han provocado su efecto en muy poco tiempo, a diferencia del que necesitaron las actividades incorrectas de los campesinos sobre los campos para agotarlos allá por el siglo XIV-. Volviendo a nuestros amigos del medievo, el resultado de la situación descrita fue una reducción de la población, con una caída demográfica que se intensificó con el cambio climático que supuso el inicio de la "pequeña edad del hielo" -nótese otro paralelismo pero en sentido inverso en lo que al hemisferio del mercurio del termómetro se refiere-, y con la llegada de una terrible pandemia, la peste negra -demos gracias porque no se pueda encontrar aquí, de momento, otro paralelismo, ni con la gripe aviar, ni con el virus H1N1, esperemos que no lo sea la dichosa bacteria por la que fueron injustamente acusados nuestros pepinos patrios-. El hambre no tardó en llegar, dada la escasez de recursos, y ante la misma, hicieron su aparición las guerras, para hacerse con los recursos del vecino ante la desaparición de los propios. Y hete aquí que la situación empujó a los "indignados" de la época a movilizarse, pero no por indignación, creo yo, sino más bien por desesperación, en palabras de Ruiz-Domènec: 
"Entre las consecuencias para la sociedad se encontraban la escasez de alimentos, el hambre, los despoblados por la muerte o por la huida de los campesinos, las guerras locales entre demasiadas personas que luchaban por recursos demasiado escasos y el ataque a las élites gobernantes por parte de masas rurales desilusionadas, los jacques en Francia, que dieron lugar a la jacqerie, una revuelta social contra la miseria. Al final, la población decreció por el hambre, la enfermedad o la guerra, y la sociedad perdía la complejidad política, económica y cultural que había alcanzado sólo unas décadas antes."
 En esta fase nos encontramos, ya tenemos en nuestras plazas nuestros propios jacques, de momento no con la violencia de aquellos, ya que aún no les asiste su desesperación, pero veremos cuando los efectos de la crisis se vayan agravando con el fin de las prestaciones por desempleo, sin una salida laboral clara, y con los desahucios inevitables que vendrán por los impagos de las deudas hipotecarias de las familias, cierres de negocios por reducción del consumo y dificultades de acceso al crédito, etc. En contra de lo que se pueda pensar, no fueron los jacques ni fue por su causa que Europa se salvó del colapso en el que estaba inmersa, aunque ayudaron a ello, ya que obligaron a que se planteara un "reajuste severo de la vida económica y política", los pobres pasaron a tener capacidad de elección: a qué señor servir, dónde y en qué emplearse. Sigue narrando el autor el problema y llega a los ejemplos de dos ciudades italianas que tomaron rumbos diferentes para salir de la crisis, Roma y Génova. Fueron dos maneras de combatir la crisis, pero que compartían un mismo fin: "atajar una sucesión de gobiernos corruptos de talante más o menos mercantil" -otro paralelismo, que ya los vendo a granel-. Una fue la que obtuvo mejores resultados, y la otra, empeoró la situación de la ciudad que la tomó, y de aquí debemos obtener una enseñanza histórica para no cometer un mismo error.
Roma, bajo las soflamas y llamadas a la revolución de Niccola di Rienzo (el de la ópera Rienzi de Wagner), que había puesto de manifiesto los motivos de la mala marcha de la nación, siguió esa vía radical y "favoreció la idea de una ciudad inestable, poco segura para las inversiones extranjeras, hostil a los peregrinos, plenamente corrompida"
En la República de Génova, sin embargo, el dogo Simone Boccanegra promovió una economía de control de los mercados internacionales que contaban con presencia de la ciudad-estado. El dirigente genovés se dio cuenta de que el peligro mayor procedía de la inestabilidad política, y por ello "orientó la acción de gobierno a favor de la nuova gente, una clase social de carácter popular, consciente de las dificultades que se les echaban encima". Esta decisión no gustó a la nobleza establecida de la ciudad, pero se demostró la más efectiva para salir de la situación. Y, por ello, fue el camino a seguir por Florencia, Milán, Venecia, Nápoles, Gante, Brujas, Londres, París, Lübeck o Cracovia, que se convirtieron en palabras del citado historiador en "ciudades creadoras", una cadena dorada de urbes creativas en técnica, artes, y literatura, que comprendieron que "la única posibilidad de salir adelante pasaba por mantener (y en lo posible fomentar) las redes internacionales de comercio"

Moraleja, atacar la economía y la estabilidad política no lleva a nada, antes bien, empeora gravemente la situación. Por ello, en buena parte he visto con buenos ojos la opinión que hoy difundían todos los diarios de tirada nacional, emitida por Pau García-Milà, un emprendedor al que pocos conocían, pero que ha saltado a la fama por ser de los pocos que se atreven a hablar claro y ser críticos con el movimiento del 15-M, cuya existencia tiene motivos plenamente justificados, al igual que esa indignación que abanderan, pero que comienza a hacerse difuso en sus fines e intenciones, en los medios que utiliza, y también en su pretendida representatividad de los ciudadanos, cuando muchos no les hemos otorgado ni nuestra voz, ni nuestro voto, para que actúen en nuestro nombre, y aún así los ostentan con pretendida legitimidad. El chaval, porque es lo que es, opinaba que "todos tenemos la culpa de la crisis y la solución está en la gente, no en el Gobierno ni en las multinacionales", animando a que cada uno trabaje y aporte lo que pueda para salir de la crisis, a poder ser con nuevas iniciativas y emprendiendo proyectos -aunque esto en España y su burocracia es un tanto surrealista-, pero sobre todo me quedo de su mensaje con lo siguiente: "Para solucionar la crisis económica que atraviesa España hay una alternativa a protestar contra el Gobierno y las multinacionales: ver qué puede hacer uno mismo por salir de ella". Digamos que esta es una salida "genovesa", siguiendo con el paralelismo histórico, y no refiriéndome a los mangantes de la calle Génova, que no lo son más que los que residen en Ferraz. Me parece algo constructivo, frente a la queja generalizada sin mover un dedo por arreglar las cosas. Los que cada día nos levantamos a primera hora de la mañana para ir a procurar que todo siga funcionando, los que cada día lo hacen para ir a buscar un trabajo para sacar adelante a su familia si se han quedado sin él, todos, y no los que se sientan en una plaza a gritarle a la vida por ser más dura de como se la habían pintado en el nido, seremos los que conseguiremos sacar este país y al mundo de la crisis. Dadle tiempo al tiempo. No digo que no nos quejemos, que debemos, digo que no debemos hacer de la queja un trabajo o modo de vida. Y lo que tampoco puede ser es que las quejas degeneren en lo que hoy Ignacio Camacho -que por otra parte no es santo de mi devoción- tildaba de radicalismo violento, o en la antipolítica. Quede un apunte-recado para Tele Madrid, que estaría bien que dejase de ser Tele Espe, que canta demasiado, llegando a utilizar imágenes de las revueltas griegas pretendiendo hacerlas pasar   por las algaradas de Barcelona -que dicen, y aportan un vídeo como pretendida prueba, que las provocó la Policía, y el caso es que si bien hay policías de paisano, como en toda reunión no autorizada susceptible de degenerar en algo más, en esa "prueba" las únicas provocaciones van de los manifestantes a los agentes, y de pruebas algo estudié en su día y puedo decir que este vídeo no prueba lo que dicen que prueba-.  Luego cada cual es libre de hacer lo que le venga en gana, faltaría más, yo creo en la libertad y en la democracia, para todos, indignados, o no. Ha costado mucho conseguir lo que tenemos -muchos ni siquiera sabemos cuánto porque no hemos vivido otra situación- para que lo vilipendiemos alegremente porque las cosas se hayan puesto, como tantas veces a lo largo de la Historia, cuesta arriba. 

De aquella depresión económica de 1330 acabó surgiendo el Renacimiento, porque siguieron el camino correcto, esperemos que escojamos igual de bien ahora, y lleguemos a otro Renacimiento, y no al colapso de Europa, de nuestra economía y con ello de todos los derechos que tanto ha costado conseguir. 

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