domingo, 12 de diciembre de 2010

Cotillones y costumbres

En los últimos días veo mi facebook bombardeado por invitaciones a eventos de fiestas de Nochevieja de distintos bares de copas de las distintas capitales de provincias que frecuento. Con el paso de los años, y también, por qué no, con el pasotismo y conformismo adquiridos gracias al mismo, uno se ha hecho un animal de costumbres. 
Cada pub ofrece más o menos lo mismo, un precio similar por entrar, el cotillón que acabará adornando el suelo del local sumergido en un petroleado lodo negro, una barra "libre" más o menos amplia, que suele ir en relación directa y proporcional con el montante de la entrada, camareras y camareros bonitas y bonitos (me perdone la RAE por el desdoblamiento, que no es para aplacar "feministras", sino porque procede la diferenciación a gusto del consumidor), decoración navideña, vestidos despampanantes de ellas -que hacen más representativas, si cabe, la minoría de auténticas horteradas que también se ven-, y trajes de ellos que a los que nos lo ponemos todos los días nos arrancan una sonrisa (nudos de corbata a lo nudo marinero, tallas desproporcionadas y combinaciones imposibles, pero es parte de la magia del día, el sentirse bien es lo que cuenta) y la música que vaya con el local. 
Pues sintiéndolo mucho, ese no es un plan para mi. Lo de pagar un precio fijo por entrar en un local concreto, atestado de gente, como marcan los cánones de la maximización del beneficio empresarial, gente a la que normalmente no conoces, y que vas a estar viendo -y soportando- toda la noche, no me atrae en lo más mínimo. 
Prefiero hacer lo que he hecho los últimos años, quedarme en mi pueblo, con mi pareja y amigos de siempre, y celebrarlo bar por bar, recibiendo las felicitaciones de gente que llevo viendo fin de semana sí, fin de semana no, o de otra que hace como poco un año que no veo. Son felicitaciones de verdad, de esas que más que feliz año, transmiten un 'me alegro de verte otra vez', y no las vacías fórmulas propias del ritual social que en esa semana emite todo quisque, aunque por dentro esté deseando que te vuelva a sangrar hasta la última úlcera. Para los que vivimos fuera del pueblo, esto siempre es una satisfacción, no el que le sangren a nadie las úlceras, sino el volver a reencontrarte, aunque sólo sea por una noche, con la persona que eras allí, y que procuras no dejar de ser en otras partes. Prefiero ir de bar en bar, charlando con unos y con otros, poniéndome al día de sus vidas, que no ponerme ciego con la barra libre de un pub elevado a 'club privado' por un día, en el que la saturación de gente, unida a los pocos conocimientos de ventilación que poseo, y que me dicen que el caudal de aire renovado va a ser escaso para todas las almas 'respirantes/fumantes', harán que no tenga nada que envidiar su atmósfera al letal 'smog' londinense. Sin hablar de que hay que ir y volver, y no es una noche para tentar a la carretera (los imbéciles que cogen el coche mamados se elevan a la quinta potencia, sin contar con que es una noche con un clima muy particular en la Montaña leonesa). 
Champán, puro y unas copas en el garaje de un amigo, con el resto de la cuadrilla, tour por todos los bares de la localidad, unas copas, muchas risas, y  a estrenar un nuevo año como deberían estrenarse todos los años, rodeado de la gente a la que más aprecio tengo (salvando importantes ausencias, por supuesto, que lo celebrarán donde les corresponde, y otros a los que se echará más de menos, allá donde estén, pero seguro en nuestro recuerdo), pasándolo en grande, sin necesidad del esnobismo que dé el ir a tal o cual local de la capital, en el que seguramente se den todos los ingredientes habidos y por haber para conseguir entrar en el nuevo año con el pie izquierdo por delante. Frente a esto, el mayor contratiempo que me causa la Nochevieja en mi pueblo es el tener que llevarme el traje que me ponga a la tintorería el primer día hábil del nuevo año, no sin una sonrisa recordando quién y cómo te lo han manchado.
Hay ocasiones en las que da gusto ser de pueblo, y esta es una de ellas. Hagan lo que hagan y donde y con quien lo hagan, que ustedes lo pasen en grande.  

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